Quede claro. Para mí estas celebraciones del Día de la Madre y parecidas son un trampolín comercial que aprovechan quienes quieren dar salida a sus productos, consiguiendo ingresos económicos. Y esto no es nada emocional, salvo que se vinculan las emociones a un impulso de gasto con el que, insisto, no estoy de acuerdo.
Dicho esto, mi madre es la mejor del mundo. Nunca nadie ha hecho tantas cosas por mí como ella, sin pedir nada a cambio y nunca me engañará. Esto sí que es emocional cien por cien y es la herramienta que me ha permitido superar muchos momentos de tristeza.
La psoriasis es eso, flaqueza, tristeza y sensación de castigo inmerecido. Y en esos momentos alguien tiene que estar a tu lado recordándote que seas fuerte, que sonrías y que te aceptes como eres.
Ahí estuvo mi madre y ya se quedará para siempre conmigo. Cada vez que la psoriasis me infringe un castigo, me vuelvo hacia ella y sonrío. Y eso que yo sé que se culpabiliza por haberme transmitido la enfermedad y que habrá llorado en la soledad, tras verme sufrir.
Así que también ahora me toca a mí, que vive lejos y ha cumplido los 80. Cada vez que nos vemos se encuentra con la parte más feliz de su hijo. Es de justicia. Gracias, mamá.
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