Llegó de repente.
Vi en mis codos unas grietas, una zona que emparejé a una “sequedad”. Esa primavera estaba llena de cambios, y aun así… no sabía lo que se me vendría encima.
Cremas como mantenimiento, con posible cambio, pero que me la aplicase, que ya vería yo como iba a mejorar… La playa, el buen tiempo ayudaban.
Terminó el verano… y yo contaba con 4 marcas que me diferenciaban del resto del mundo, o eso creía yo. Llegó el otoño y el invierno y se extendió.
Cambié de tratamiento, y realmente intentaba ser positivo respecto a una mejora, pero era complicado. Es complicado.
Tras un poco de insistencia, pasé por un especialista y volví a cambiar de tratamiento.
“Algo más de aire fresco, ¿no?”, pensaba para mí mismo.
Realmente esta es la parte médica, la parte de teórica de todo esto.
Detrás hay mucha desesperación, mucho estrés (que hace retroceder a esa parte médica), mucho trabajo diario, mucha fuerza de voluntad.
Yo personalmente pasé prácticamente 3 meses en los que anulaba vivir. Sabía que tenía que hacerlo, pero no podía, me era prácticamente imposible.
Y entonces, un día… me abrí. A mis familiares, a la persona que entraba en mi vida en ese momento.
Y es necesario hacerlo. No se puedes combatirlo tú solo.
Porque se llega a convertir en tu estado de ánimo, porque anula el significado que aportas a los que te rodean, lo que significas en el mundo, el concepto de realidad, el amor por la vida… acabas destruyéndote, y con ello el valor de ser feliz.
¿Saben qué es lo positivo? Que lo valoras.
Si se sabe observar con detenimiento, ves la vida común como algo increíble.
Un día a día normal, una sonrisa, sentir el aire en la cara, el sol en el cuerpo, los olores de todo lo que nos rodea.
Se valora la vida, la felicidad, su significado, lo simple y lo complejo.
Y aunque no lo crean… un día te levantas y consigues todo eso que muchas personas toman como normal, pero que para ti es y será una maravilla disfrutar.
Aunque vuelvas a caer, pero hay que intentar levantarse.
Apoyarnos en nuestro alrededor para conseguirlo. Aceptarlo como un modo de vida totalmente normal, tanto hacia los que te ven como hacia ti mismo, sobre cómo te ves tú. Aceptarte, y saber que te aceptan.
Hoy, un año y medio después… puedo decirlo.
He recuperado la felicidad, el concepto y su significado. Y sigo en el día a día, pero me siento vivo, a pesar de las caídas.
Yo creía que esas marcas me diferenciaban del resto del mundo y estaba en lo cierto.
Son parte de mí, son cicatrices.
Tienen un significado, pero no me definen.
Me convierten en alguien especial y único. Como tú.
¡Qué bonito, Francisco!
Muchas gracias, tus recomendaciones son muy útiles.
Suerte y fuerza, compañero.